Читать книгу Ester y Mandrágora 2. De amor y de magia онлайн

7 страница из 9

La señora Mira le dio el polvo y el permiso para usarlo. Esa noche, la directora apareció en nuestra sala, en plena clase de Hechizos. Me estaban interrogando y yo me complicaba cada vez más.

–¡Pero no, Ester! –la profesora estaba enojada–. ¡No es Sine Perpetuo! ¡Sé más precisa! ¡Sine Vox... Perpetuo! Debes esforzarte, siempre olvidas una palabra.

Entonces, repetí:

–¡Sine Vox... Perpetuo!

La señora Mira cayó de espaldas al piso y gritó:

–¡Cuidado, Ester Fortecilla! ¡Eres muy imprudente! ¿Cómo puedes lanzar un hechizo mientras me miras? ¡Casi quedo muda para siempre!

La ayudé a levantarse y la directora le dijo a mi amiga:

–Lucía, hemos hablado de ti con tus profesores, sobre tus dificultades para escribir... ¡Y, a tamaño excepcional, medidas excepcionales! Te traigo una botella de polvo de Scribus. Acércate, lo que voy a decirte a continuación, solo tú puedes saberlo.

Lucía voló y aterrizó en el hombro de la señora Mira. Escuchando los susurros de la directora, comenzó a gritar de alegría: “¡Oh!”, “¡ah!”. Y un misterioso: “No lo repetiré a nadie, ¡se lo prometo!”.

Правообладателям