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El segundo es que en cosa ninguna, excepto en los hombres, podría hacerse esta distinción, a saber: noble y vil, lo cual es grave inconveniente, puesto que en toda especie, de cosas vemos las imágenes de nobleza o de vileza, por lo que frecuentes veces decimos a un caballo noble y a otro vil; y noble a un ladrón y a otro vil; y noble a una margarita noble y vil a otra. Y que tal distinción no se podría hacer, demuéstrase así: si el olvido de los antecesores de baja condición es causa de nobleza, donde no hubo bajeza en los antecesores no pudo haber olvido; como quiera que el olvido es corrupción de la memoria, y en los animales, plantas y minerales no se advierten la bajeza y la alteza -porque han nacido en único e igual estado-, y en ellos no puede haber generación de nobleza ni de villanía, puesto que una y otra se consideran como hábito y privación, que son posibles en un mismo sujeto; y por eso no podría haber distinción entre una y otra. Y si el adversario dijese que en las demás cosas se entiende por nobleza la bondad de la cosa, y en los hombres el que no haya memoria de su baja condición, deberíase responder, no con palabras, sino con cuchillo, a bestialidad tan grande como es el dar la bondad por causa a la nobleza de las demás cosas, y a la de los hombres, por principio el olvido.