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Y conforme a la maldad, o defecto de cuerpo, puede no estar sana la mente, ya por defecto de algún principio de nacimiento, como los mentecatos; ya por alteración del cerebro, como los frenéticos. Y de esta enfermedad de la mente trata la ley cuando el Inforziato dice: «En el que hace testamento se requiere en el tiempo en que el testamento hace sanidad de cuerpo, no de mente». Por lo que es manifiesto a aquellos intelectos sanos que no están enfermos por maldad de ánimo o de cuerpo, sino libres y expeditos para la luz de la verdad, que la opinión de la gente que se ha dicho es vana, es decir, sin valor.

Después añade que yo también los juzgo falsos y vanos, y así pues, los repruebo; y esto hago cuando digo: Y yo también por falsos los repruebo. Y después digo que se ha de mostrar la verdad; y digo que hay que demostrar qué es nobleza y cómo se puede conocer al hombre en que reside; y digo esto en: Y decir ora quiero, cual lo siento.

XVI

«El rey se alegrará en Dios, y serán alabados todos aquellos que juran en él, porque cerrada está la boca de los que hablan cosas inicuas». Estas palabras puedo anteponer aquí, porque todo verdadero rey debe amar más que nada la verdad. Y así está escrito en el libro de la Sabiduría: «Amad la luz de sabiduría, vosotros los que presidís a los pueblos»; y la luz de la sabiduría es la propia verdad. Digo, pues, que por eso se alegrarán todos los reyes, porque se ha reprobado la falsa y dañosísima opinión de los hombres malvados y engañados, que de nobleza han hablado inicuamente hasta ahora.

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