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«¿Qué es el hombre, que tú Dios lo visitas? Le has hecho poco menor que los ángeles, de gloria y honor lo has coronado y puesto en él la obra de tus manos». En verdad, pues, hermosa y adecuada fue tal comparación del cielo a la humana nobleza.

Luego, cuando dice: En las damas y en la edad juvenil, prueba lo que digo, demostrando que la nobleza se extiende hasta allí donde no alcanza la virtud, y dice: vemos esta salud -señalando a la nobleza, que es el bien y la salud verdadera- allí donde hay vergüenza, es decir, ocasión de deshonor, como en las damas y en las jóvenes, donde la vergüenza es buena y laudable; la cual vergüenza no es virtud, sino cierta pasión buena. Y dice: En las damas y en la edad juvenil, es decir en los jóvenes; porque, según la opinión del filósofo en el cuarto de la Ética, «la vergüenza no es de alabar ni está bien en los viejos y en los hombres estudiosos», porque ellos han de guardarse de aquellas cosas que a la vergüenza les inducen. A los jóvenes y a las damas no se les pide tanto de obra tal, y por eso en ellas es de alabar el recibir por la culpa el miedo del deshonor; lo cual de naturaleza procede. Y se puede creer que su temor es de nobleza, como la desfachatez, vileza e ignominia. Por lo que es óptima señal en los párvulos e imperfectos de edad, el que después de la falta se pinte la vergüenza en su rostro; lo que es fruto de verdadera nobleza.

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