Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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-¿Podríamos reducir nuestros gastos? ¿Se te ocurre algo que pudiésemos suprimir?
Isabel -justo es decirlo-, en sus primeros arrebatos de femenina alarma, se puso a pensar seriamente en qué podrían hacer y terminó por proponer estas dos soluciones: suspender algunas limosnas innecesarias y abstenerse del nuevo mobiliario del salón. A estos expedientes agregó luego la peregrina idea de no comprarle a Ana el regalo que acostumbraban llevarle todos los años. Pero estas medidas, aunque buenas en sí mismas, fueron insuficientes dada la gran envergadura del mal, cuya totalidad Sir Walter se creyó obligado a confesar a Isabel poco después. Isabel no supo proponer nada que fuese verdaderamente eficaz.
Su padre sólo podía disponer de una pequeña parte de sus dominios, y aunque hubiese podido enajenar todos sus campos, nada habría cambiado. Accedería a hipotecar todo lo que pudiese, pero jamás consentiría en vender. No, nunca deshonraría su nombre hasta ese punto. Las posesiones de Kellynch serían transmitidas íntegras y en su totalidad, tal como él las había recibido.