Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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No tenían más alternativa que moderarse; eso no admitía dudas. Pero Lady Russell ansiaba lograrlo con el menor sacrificio posible por parte de Isabel y de su padre. Trazó planes de economía, hizo detallados y exactísimos cálculos, llegando hasta lo que nadie hubiese sospechado: a consultar a Ana, a quien nadie reconocía el derecho de inmiscuirse en el asunto. Consultada Ana e influida Lady Russell por ella en alguna medida, el proyecto de restricciones fue ultimado y sometido a la aprobación de Sir Walter. Todos los cambios que Ana proponía iban destinados a hacer prevalecer el honor por encima de la vanidad. Aspiraba a medidas rigurosas, a una modificación radical, a la rápida cancelación de las deudas y a una absoluta indiferencia para todo lo que no fuese justo.
-Si logramos meterle a tu padre todo esto en la cabeza -decía Lady Russell paseando la mirada por su proyecto- habremos conseguido mucho. Si se somete a estas normas, en siete años su situación estará despejada. Ojalá convenzamos a Isabel y a tu padre de que la respetabilidad de la casa de Kellynch Hall quedará incólume a pesar de estas restricciones y de que la verdadera dignidad de Sir Walter Elliot no sufrirá ningún menoscabo a los ojos de la gente sensata, por obrar como corresponde a un hombre de principios. Lo que él tiene que hacer se ha hecho ya o ha debido hacerse en muchas familias de alto rango. Este caso no tiene nada de particular, y es la particularidad lo que a menudo constituye la parte más ingrata de nuestros sufrimientos. Confío en el éxito, pero tenemos que actuar con serenidad y decisión. Al fin y al cabo, el que contrae una deuda no puede eludir pagarla, y aunque las convicciones de un caballero y jefe de familia como tu padre son muy respetables, más respetable es la condición de hombre honrado.