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En un principio, Sir Walter pensó en Londres. Pero Londres no inspiraba confianza a Shepherd, y éste se las ingenió para disuadirlo de ello y hacer que se decidiera por Bath. Era aquél un lugar inmejorable para una persona de la clase de Sir Walter, y podría sostener allí un rango con menos dispendios. Dos ventajas materiales de Bath sobre Londres hicieron inclinar la balanza: no hallarse más que a quince millas de distancia de Kellynch y dar la coincidencia de que Lady Russell pasaba allí buena parte del invierno todos los años. Con gran satisfacción de ella, cuyo primer dictamen al cambiarse el proyecto fue favorable a Bath, Sir Walter e Isabel terminaron por aceptar que ni su importancia ni sus placeres sufrirían mengua por ir a establecerse a ese lugar.

Lady Russell se vio obligada a contrariar los deseos de Ana, deseos que conocía muy bien. Habría sido demasiado pedir a Sir Walter descender a ocupar una vivienda más modesta en sus propios dominios. La misma Ana hubiese tenido que soportar mortificaciones mayores de las que suponía. Había que contar además con lo que aquello habría humillado a Sir Walter; y en cuanto a la aversión de Ana por Bath, no era más que una manía y un error que provenían sobre todo de la circunstancia de haber pasado allí tres años en un colegio después de la muerte de su madre, y de que durante el único invierno que estuvo allí con Lady Russell se halló de muy mal ánimo.

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