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Logró inspirar a Isabel tanto cariño que más de una vez se hospedó en su mansión, a pesar de los consejos de precaución y reserva de Lady Russell, a quien esa intimidad le parecía del todo fuera de lugar.

Pero Lady Russell tenía escasa influencia sobre Isabel, y más parecía quererla porque quería quererla que porque lo mereciese. Nunca recibió de ella más que atenciones triviales, nada más allá de la observancia de la cortesía. Nunca logró hacerla cambiar de parecer.

Varias veces se empeñó en que llevasen a Ana a sus excursiones a Londres y clamó abiertamente contra la injusticia y el mal efecto de aquellos egoístas arreglos en los que se prescindía de ella. Otras, intentó proporcionar a Isabel las ventajas de su mejor entendimiento y experiencia, .pero siempre fue en vano. Isabel quería hacer su regalada voluntad y nunca lo hizo con más decidida oposición a Lady Russell que en la cuestión de su encaprichamiento por la señora Clay, apartándose del trato de una hermana tan buena, para entregar su afecto y su confianza a una persona que no debió haber sido para ella más que objeto de una distante cortesía.

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