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Shepherd sabía que se tenía que reír de la agudeza, y se rió, agregando en seguida:

-Quisiera añadir, Sir Walter, que en lo que a negocios se refiere, los señores de la Armada son muy tratables. Conozco algo su manera de negociar y no tengo reparos en confesar que son muy liberales, lo que los hace más deseables como inquilinos que cualquier otra clase de gente con quien nos pudiésemos topar. Por lo tanto, Sir Walter, lo que yo querría sugerirle es que si algún rumor trasciende su deseo de reserva (cosa que debe ser tenida por posible, pues ya sabemos lo difícil que es preservar los actos e intenciones de una parte del mundo del conocimiento y curiosidad de la otra; la importancia tiene sus inconvenientes, y yo, Juan Shepherd, puedo ocultar cualquier asunto de familia, porque nadie se tomaría la molestia de cuidarse de mí, pero Sir Walter Elliot tiene pendientes de él miradas que son muy difíciles de esquivar), yo apostaría, y no me sorprendería nada que a pesar de toda nuestra cautela se llegase a saber la verdad, en cuyo caso querría observar, puesto que sin duda alguna se nos harán proposiciones, que debemos esperarlas de alguno de nuestros enriquecidos jefes de la Armada especialmente digno de ser atendido, y me permito añadir que en cualquier ocasión podría yo llegar aquí en menos de dos horas y evitarle a usted el trabajo de contestar personalmente.

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