Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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En la sala de música Gatsby sólo encendió una lámpara, junto al piano. Acercó una cerilla temblorosa al cigarrillo de Daisy, y se sentó con ella en un sofá al fondo de la habitación, donde no había más luz que la que, procedente del vestíbulo, rebotaba en el suelo flamante.
Cuando Klipspringer tocó El nido de amor giró en su taburete y, desolado, buscó a Gatsby en la penumbra.
—Ya ven, tendría que ensayar más. Les había dicho que no sé tocar. Y tendría que ensa…
—No hables tanto, compañero —ordenó Gatsby—. ¡Toca!
De día,
de noche,
¿no lo pasamos bien?
Fuera soplaba fuerte el viento y había, muy débiles, truenos en el estrecho. En West Egg ya estaban encendidas todas las luces; los trenes eléctricos, que llegaban de Nueva York cargados de gente, corrían a casa a través de la lluvia. Era la hora en que se produce un cambio profundo en la humanidad y la atmósfera genera tensión.
Hay una cosa segura, más segura que ninguna:
los ricos hacen dinero y los pobres hacen… niños.
En las horas muertas,