Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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—¿Quién es?
—¿Ése? Es mister Dan Cody, compañero.
El nombre me resultó vagamente familiar.
—Murió hace años. Fue mi mejor amigo.
Había una foto pequeña de Gatsby, también vestido para navegar, encima del buró —Gatsby, desafiante, echaba la cabeza hacia atrás—, de cuando debía de tener dieciocho años, más o menos.
—Me encanta —exclamó Daisy—. ¡El tupé! Nunca me habías dicho que tenías tupé, ni yate.
—Mira —se apresuró a decir Gatsby—. Hay un montón de recortes de periódico… sobre ti.
Uno junto al otro, de pie, se pusieron a verlos. Iba a pedirle que me enseñara los rubíes cuando sonó el teléfono y Gatsby descolgó.
—Sí… De acuerdo, pero ahora no puedo hablar… No puedo hablar, compañero… Dije una ciudad pequeña. Pequeña… Él sabe lo que es una ciudad pequeña, ¿no? Si para él Detroit es una ciudad pequeña, no nos sirve…
Colgó.
—¡Ven, ven, deprisa! —gritó Daisy en la ventana.
Seguía lloviendo, pero las sombras se habían dividido a occidente y había sobre el mar una oleada rosa y oro de nubes que parecían espuma.