Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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En tales momentos Ana no podría dejar de decirse a sí misma: “¡Estas habitaciones deberían ser nuestras! ¡Oh, cuánto han desmerecido en su destino! ¡Cuán indignamente ocupadas están! ¡Una antigua familia haber sido arrojada de esa manera! ¡Extraños en un lugar que no les corresponde!” No, por cierto, con excepción de cuando recordaba a su madre y el lugar en que ella acostumbraba sentarse y presidir. Ciertamente no podría pensar así.
Mrs. Croft la había tratado siempre con una amabilidad que le hacía sospechar una secreta simpatía. Esta vez, al recibirla en su casa, las atenciones fueron especiales.
El desgraciado accidente de Lyme fue pronto el centro de la conversación. Por lo que sabían de la enferma era claro que las señoras hablaban de las noticias recibidas el día anterior, y así se supo que el capitán Wentworth había estado en Kellynch el último día (por primera vez desde el accidente) y de allí había despachado a Ana la nota cuya procedencia ella no había podido explicar, y había vuelto a Lyme, al parecer sin intenciones de volver a alejarse de allí. Había preguntado especialmente por Ana. Había hablado de los esfuerzos realizados por ella, ponderándolos. Eso fue hermoso... y le causó más placer que cualquier otra cosa.