Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Ana debía dejarlos al día siguiente y todos temían este acontecimiento. ¿Qué harían sin ella? Muy mal podían consolarse entre sí. Y tanto dijeron en este sentido que Ana no tuvo más recurso que comunicar a todos su deseo secreto: que fueran a Lyme en seguida. Poco le costó persuadirlos; decidieron irse a la mañana siguiente, alojarse en alguna posada y aguardar allí hasta que Luisa pudiese ser trasladada. Debían evitar toda molestia a las buenas gentes que la cuidaban: debían al menos aliviar a la señora Harville del cuidado de sus hijos; y, en general, estuvieron tan contentos de la decisión, que Ana se alegró de lo que había hecho, y pensó que la mejor manera de pasar su última mañana en Uppercross era ayudando a los preparativos de ellos y enviándolos allá a temprana hora, aunque el quedar sola en la desierta casa fuese la consecuencia inmediata.

¡Ella era la última, con excepción de los niños en la quinta, la última de todo el grupo que había animado y llenado ambas casas, dando a Uppercross su carácter alegre! ¡Gran cambio, en verdad, en tan pocos días!

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