Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Ana no había regresado a Kellynch desde su partida de casa de Lady Russell en septiembre. No había sido necesario, y las ocasiones que se le presentaron las había evitado. Ahora iba a ocupar su puesto en los modernos y elegantes apartamentos, bajo los ojos de su señora.
Alguna ansiedad se mezclaba a la alegría de Lady Russell al volver a verla. Sabía quién había frecuentado Uppercross. Pero felizmente Ana había mejorado de aspecto y apariencia o así lo imaginó la dama. Al recibir el testimonio de su admiración, Ana secretamente la comparó con la de su primo y esperó ser bendecida con el milagro de una segunda primavera de juventud y belleza.
Durante la conversación comprendió que había también un cambio en su espíritu. Los asuntos que habían llenado su corazón cuando dejó Kellynch, y que tanto había sentido, parecían haberse calmado entre los Musgrove, y eran a la sazón de interés secundario. Hasta había descuidado a su padre y hermana y a Bath. Lo más relevante parecía ser lo de Uppercross, y cuando Lady Russell volvió a sus antiguas esperanzas y temores y habló de su satisfacción de la casa de Camden Place, que había alquilado, y su satisfacción de que Mrs. Clay estuviese aún con ellos, Ana se avergonzó de cuánta más importancia tenían para ella Lyme y Luisa Musgrove, y todas las personas que conociera allí; cuánto más interesante era para ella la amistad de los Harville y del capitán Benwick, que la propia casa paterna en Camden Place, o la intimidad de su hermana con la señora Clay. Tenía que esforzarse para aparentar ante Lady Russell una atención similar en asuntos que, era obvio, debían interesarle más.