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Mientras así hablaba el felino, varios de los animales se fijaron en él y en seguida se hizo el silencio entre los presentes.

El más grande de los tigres adelantase hacia el León, le hizo una reverencia y le dijo:

—¡Bienvenido, Rey de las Bestias! Llegas a tiempo para luchar contra nuestro enemigo y brindar tranquilidad a todos los animales de la selva.

—¿Qué les pasa? —preguntó el León con voz tranquila.

—Nos amenaza un feroz enemigo que hace poco ha llegado a esta selva —replicó el tigre—. Es un monstruo tremendo, semejante a una gran araña, con el cuerpo tan grande como el de un elefante y patas tan largas como el tronco de un árbol. Tiene ocho patas, y al arrastrarse por la selva apresa animales y se los lleva a la boca, comiéndoselos como se come la araña a las moscas. Corremos gran peligro mientras esa bestia feroz siga con vida, y nos hemos reunido aquí para idear la forma de salvarnos.

El León meditó un momento.

—¿Hay otros leones en la selva? —preguntó.

—No; había algunos, pero el monstruo se los comió. Además, ninguno de ellos era tan grande y valeroso como tú.

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