Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

694 страница из 1361

―Sí, ¿eh? Pues tú, como médico, eres una calamidad. Debieras saber fingir mejor y que para curar tu supuesta irritación te receté agua con azúcar.

Nan se puso a reír al ver el compungido aspecto del muchacho. Luego, ya seria, preguntó:

―¡Oh, Tom, Tom!… Dime ¿cuándo van a terminar todas esas tonterías?

―¡Oh, Nan, Nan!… ¿Dejarás algún día de burlarte de mí?

Sus risas se juntaron espontáneamente.

―Ya desesperaba de verte en toda la semana, salvo que inventase una excusa para ir a consultarte a la clínica. ¡Estás siempre tan ocupada!

―Eso es precisamente lo que debieras hacer tú ―sentenció Nan nuevamente seria―. Ocúpate de los libros. De otro modo no terminarás nunca los estudios.

―¡Dichosos libros! Estudio bastante. Entre libros y disecciones de cadáveres… Creo que un hombre de mi edad puede aspirar a tener algún rato de expansión, ¿no? De otra manera no podría soportar esas cosas tan desagradables.

―Si es desagradable para ti, ¿por qué no lo dejas? Mejor será dedicarte a otra cosa. Sabes bien que siempre consideré un disparate lo que estás haciendo.

Правообладателям