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Mientras Jo se esforzaba en vano en alisar el rebelde pelo de su hijo y recuperaba el libro de la chiquilla, Meg trataba de componer los desgarrones que presentaba la falda de Jossie. Ya estaban todas acostumbradas a estas escenas.

Apareció entonces Daisy y la conversación se generalizó.

―¿No sabéis? Acaban de preparar una cantidad enorme de pastas para el té ―anunció Teddy con entusiasmo.

―¡Oh! Ted es un aficionado a ellas. La última vez comió tantas que ha engordado con exceso.

Y al decir eso, Jossie miraba maliciosamente a su primo, que precisamente destacaba por su delgadez.

Nan se excusó.

―Me gustaría quedarme. Pero tengo que visitar a Lucy Dove. Tiene un panadizo que ya debe ser cortado. Tomaré el té en el colegio.

Tom aprovechó la oportunidad.

―¿Sabes? Te acompañaré con objeto de sumar experiencias. Además, así podré ayudarte.

―¡Callad, por favor! ―suplicó «el león»―. Daisy se pone mala oyendo hablar de operaciones. Mejor será dedicarnos a las pastas de té.

―¿Qué se sabe del «Comodoro? ―preguntó Tom.

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