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El Naranja próximo empezó a tocar su trompeta. “Yo soy el color de la salud y la fortaleza. Puedo ser escaso, pero soy precioso porque sirvo a las necesidades de la vida humana. Llevo las más importantes vitaminas. Piensen en las zanahorias, las calabazas, naranjas, mangos, y papayas. Yo no ando rondando por ahí todo el tiempo, sino cuando lleno el cielo a la salida y puesta del sol, mi belleza es tan notable que ninguno da otro pensamiento a ninguno de ustedes”.

El Rojo no podía aguantar por más tiempo, gritó, “¡Yo soy el regente de todos ustedes! Soy sangre — ¡la sangre de la vida! Soy el color de la valentía. Estoy dispuesto a pelear por una causa. Traigo fuego en la sangre. Sin mí, la tierra estaría tan vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor, la rosa roja, la nochebuena y la amapola”.

El Púrpura se levantó a su plena altura. Era muy alto y habló con gran pompa. “Soy el color de la realeza y del poder. Los reyes, jefes, y obispos me han siempre escogido a mí, porque soy el signo de la autoridad y la sabiduría. ¡La gente no me cuestiona! Ellos escuchan y obedecen”.

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