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Los datos que he presentado hasta el momento delinean las maneras en las cuales se ha concretado la llegada global de China a América Latina, todo lo cual corresponde al marco de la diplomacia económica convencional. Como evidencia adicional de su creciente compromiso hacia la región, China obtuvo estatus de observador permanente en la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 2004, y en 2008 pagó la cuota de ingreso de US$ 300 millones para convertirse en miembro pleno del BID. En virtud de un acuerdo entre el Chexim y el BID, China también estableció un Fondo para América Latina de US$ 1.800 millones para estimular inversiones de capital en infraestructura, empresas de mediana escala y recursos naturales en la región (Mueller & Li, 2018). Tal como se ha señalado, la cumbre Celac-China celebrada en 2015 en Pekín resultó en compromisos por parte de la República Popular de China (RPCh) sobre niveles cada vez mayores de comercio e inversión en la región. China ya ha establecido tres plataformas financieras regionales independientes que en conjunto totalizan US$ 35.000 millones en créditos para cooperación industrial, infraestructura y otros proyectos productivos (Ray, Gallagher, & Sarmiento, 2016, p. 5).

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