Читать книгу Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina онлайн

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Algunas autoridades en el Perú y en Chile refutaron públicamente los comentarios maliciosos de Tillerson contra China, señalando que sus respectivos países habían podido establecer una mejor relación de trabajo con Pekín que con Washington. Que quede claro: John Kerry, exsecretario de Estado durante el gobierno de Obama, había puesto fin a la Doctrina Monroe en un discurso que ofreció ante la OEA en 2013: «Acabó la era de la Doctrina Monroe […] La relación que buscamos y que nos hemos esforzado por fomentar no gira en torno a una declaración de los Estados Unidos sobre cómo y cuándo intervendremos en los asuntos de otros Estados americanos. Se trata de que todos nuestros países nos veamos mutuamente como iguales, compartiendo responsabilidades, cooperando en temas de seguridad, y acatando […] las decisiones que tomamos como socios para impulsar los valores e intereses que compartimos» (Keck, 2013). Por el momento, el propio Washington ha abandonado este poder de atracción, esta postura internacionalista liberal, y la ha reemplazado con reafirmaciones del dominio estadounidense en la región. Estas proclamaciones tampoco reflejan las posturas de las Administraciones Clinton y Obama sobre la necesidad de priorizar y revitalizar los vínculos entre los EE. UU. y América Latina. No sorprende a nadie que un sondeo de opinión realizado por el Centro de Investigaciones Pew identificase que «la imagen de los EE. UU. en América Latina […] ha sufrido un tremendo golpe desde que Trump asumió la Presidencia». Impensable hace apenas una década, en toda América Latina, a excepción de Brasil, Colombia y partes de América Central, China está dejando atrás a los EE. UU. como socio preferido en la región de ALC (Oppenheimer, 2019).

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