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Otras fuentes son más ambiguas respecto a estas tendencias. Allan Nixon señala los precios más bajos de China y la falta de cláusulas de condiciones para la venta de armamentos a estos países en ALC: «Ello podría allanar el camino para que China coseche los beneficios de mejores relaciones diplomáticas y vínculos económicos, como el apoyo para asegurar los lucrativos contratos sobre energía que persigue tan empecinadamente» (Nixon, 2016). Tal como advierte Nixon: «Los esfuerzos de China por consolidar su influencia a través de estas ventas probablemente tendrían un impacto negativo sobre la influencia estadounidense en el largo plazo del proceso». Esta es una consideración importante, especialmente debido a que en 2017 China construyó su primera base militar en el extranjero en la República de Yibuti, en África, y esta fue ciertamente apenas el inicio de su expansión militar en el exterior. Empero, si tratase de hacer lo mismo en Buenos Aires o Río de Janeiro, sería de hecho una catástrofe geopolítica desde la perspectiva de la alianza occidental en su conjunto. Michael Beckley argumenta por qué este escenario es tan improbable: «Ineficiencias y barreras socavan el poderío militar de China. En promedio, los sistemas chinos de armamento poseen más o menos la mitad de la capacidad de los estadounidenses en términos de rango, potencia de fuego y precisión. Las tropas, pilotos y marineros chinos carecen de experiencia de combate y reciben menos de la mitad del entrenamiento al que se someten sus contrapartes estadounidenses. Más aún: la defensa de las fronteras y la seguridad interna consumen por lo menos el 35 por ciento del presupuesto militar chino y la mitad de sus efectivos están inmersos en esta actividad» (Beckley, 2018).

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