Читать книгу Siempre De Azul. Cuentos Escritos En Pandemia онлайн
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Una vez adentro, el olor le es familiar. El ambiente habitual. La alfombra con rombos de color vino, círculos verdes entrelazados y líneas con vértices amarillos, es llamativa y recargada. No hay ventanas, solo luces estridentes que están encendidas de día o de noche y el tintineo perenne de los timbrecitos que emiten las máquinas de juego. Todos conocen al hombre que acaba de entrar. Modesto y serio. Sencillo pero impecable.
—Buenas tardes, Don Leo —le dicen a su paso los empleados, los crupier y hasta el administrador. Él responde a los saludos mientras echa un vistazo por toda el área, en especial hacia la esquina derecha del fondo, donde por lo general está Gabriela. Mujer de piel blanca y un pelo lacio y negro que llega hasta su hombro. Misteriosa y reservada. Silente. Siempre bien maquillada aunque sin excesos. Poco comunicativa. Responde a las preguntas de quienes se dirigen a ella, con monosílabos o con un leve movimiento de cabeza. Sonríe muy poco. Leonardo la mira y siente alivio, una especie de consuelo que lo aplaca tan solo porque ella está ahí, porque su sola presencia le da seguridad. Imagina el perfume que usa y cree que puede percibirlo disperso por todo el salón. La mujer aún es algo joven y casi nunca repite el vestido que usa. Su máquina de juego es fija, siempre la misma. Si está ocupada cuando ella llega, se retira y regresa luego. La temática arácnida de ese juego la cautiva hasta la pasión y tal vez hasta la locura. Las posibilidades de los resultados del azar, incluyen la combinación de todas las variedades posibles de arañas pero cuando acierta cuatro en línea recta, de la especie Latrodectus mactans o viuda negra, gana el premio mayor. Leonardo vive intrigado con aquella enigmática figura femenina y le obsesiona la idea de que llegue el día en que pueda descubrirla, conocerla bien por dentro y por fuera.