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—"Vamos a comer algo", dijo Lark. "Me muero de hambre. Tú pagas".
Antes de que pudieran dar dos pasos, Lark se agachó y agarró la mano de Spin. Se giró hacia su amiga con las cejas arqueadas.
—"Te han pagado esta noche, ¿verdad?".
Spin se encogió de hombros. Se había olvidado de ir a la oficina del gerente. Lo hacía por amor, no por dinero. Antes de que Spin pudiera abrir la boca, Lark les dirigió al despacho del propietario. Spin sabía que no debía protestar contra el pequeño bulto que era Lark Voorhees. Llevaba una varita y, a diferencia del mago al que asistía, Lark sabía utilizarla.
El gerente del club levantó la vista e hizo una mueca cuando vio a Lark entrar en su despacho. No fueron necesarias las palabras. No dudó. Spin estaba segura de que el hombre no quería que se repitiera lo de la semana pasada. Lark era tan buena para hacer desaparecer cosas como para hacerlas aparecer.
El gerente buscó en el cajón de su escritorio y sacó un fajo de billetes. "Venía a buscarte, Spin. Aquí tienes tu paga".