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Lark lo cogió y contó. El dueño apretó los dientes mientras ella lo hacía. Una gota de sudor resbaló por su frente.
—"Le faltan cien euros", dijo Lark.
—"¿Qué?" Sus cejas se alzaron con sorpresa. "Es lo que acordamos Spin y yo. ¿Verdad, Spin?"
No fue así.
—"¿Oh?", dijo Lark. "Bueno, si acordaste ponerla en corto, estoy seguro de que ese dinero aparecerá de alguna manera".
Lark se volvió hacia la puerta, con una sonrisa traviesa en la cara mientras se dirigía a Spin.
—"Espera", dijo el gerente antes de que Lark pudiera cruzar el umbral.
La mirada de Lark gritó que lo pensaba.
Se zambulló bajo su escritorio hasta la puerta de una caja fuerte oculta que Spin solo había aprendido que estaba allí después de la última visita de Lark a la oficina. Lark sonrió al ver sus acciones. Podía entrar en ella sin problemas. No sería la primera vez. Volvió a aparecer un minuto después con una nueva nota.
Lark se lo arrebató de las manos mugrientas con una sonrisa educada que desmentía sus verdaderos sentimientos. "Ha sido un placer hacer negocios contigo".