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—"Ahhhh". Lark apretó un beso feroz en la mejilla de Spin. "Yo también te quiero, chica".

Lark era la primera amiga de verdad que Spin había tenido en mucho tiempo. Las dos chicas eran americanas trasplantadas en una tierra extranjera. Bueno, Spin solo era americana en parte. Pero era la parte que reclamaba. La otra mitad de ella no existía en lo que a ella respecta.

—"Necesitas un descanso", dijo Lark, cambiando de tema. "¿No quieres estar en el gran escenario? ¿Vender a multitudes como Paris Hilton?"

—"Cómo te atreves". Spin se detuvo bruscamente, haciendo que Lark tropezara. Bien. Se lo merecía por ese chiste de mal gusto.

Lark se rio de la reacción de Spin al ser comparada con la socialité convertida en pinchadiscos. Una noche, las dos mujeres habían acudido a uno de los espectáculos de la heredera, preparándose para interrumpir y burlarse. Ambas se habían sorprendido cuando se encontraron pasando un buen rato y vibrando con los temas que la debutante de Manhattan mezclaba. Lark no había dejado que Spin viviera aquella noche.

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