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Will se abrazó a su compañero de aventuras y luego se incorporó. Miró a Norah y pestañeó varias veces para aclarar la vista, pues le estaba fallando. De debajo de la mano del costado comenzó a brotar sangre.

— ¡Estás herido! Tenemos que curarte. – gritó Norah.

— Vámonos de aquí.– Replicó Will.– ¿A cuánto queda el pueblo más cercano?

— Pero Will...

La respiración del chico era lenta, pero cogía más aire de lo normal y lo mantenía todo lo posible en el cuerpo. No quería hacer esfuerzos. Entrecerró los ojos por el dolor, pero no se quejó. Volvió a coger aire mientras la chica se agitaba en la silla de Altai, y cuando lo soltó le dijo:

— Responde Norah, no tenemos tiempo.

— Instal, a un día de camino.

— Pues tendremos que apurar y acortar tiempo, no podemos tardar tanto.

Y salieron al galope por el bosque.

Norah estaba preocupada por Will. Esa herida parecía profunda, no paraba de sangrar, pero él parecía no inmutarse. ¿Cómo aguantaría así el dolor?

Cabalgaron por la orilla del río hasta que fue lo suficientemente seguro para pasar y después continuaron su camino. Will bebía agua sin parar. Estaba perdiendo mucha sangre, y el movimiento encima de la silla del caballo no hacía más que alentar esa pérdida de sangre. Necesitaba parar y descansar. Las hojas de los árboles y arbustos pasaban a toda velocidad a su lado. Los dos caballos avanzaban al unísono.

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