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A pesar del ánimo que se resiste al reto de mantener en el aire, como un experto malabarista, las ideas desde el inicio, mantenerlas allí, tres, cuatro, seis, veinte, en un círculo perfecto, todas a un tiempo, sin perderlas de vista, para luego recogerlas una a una y devolverlas de nuevo, juntas aunque dispuestas de otro modo, al cesto del que provinieron. A la vieja usanza.

Someter la experiencia al uso del impersonal y ponderar: otorgarle al decir el peso que una pluralidad anónima permite. Decir Crear es… Decir En la Grecia clásica… Yo no estuve en Grecia en aquellos tiempos. Lo que puedo decir es de segunda mano, o de tercera. La mano del malabarista.

¿Permitirme hablar en tono impersonal, amparada tras la historia, amalgamando el antes en el ahora, dando fe de lo que no he sido? Mi escritura y mi voz me dicen mientras hablo, y es una ingenuidad suponer que pueda evitar mencionarme mientras acudo a mis bancos de datos y digo El arte es…, cuando utilizo la cópula indiscriminadamente para enlazar términos, caducos en su mayor parte.

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