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Quisiera hablar de ambas cosas como si fueran una sola. Una obra (de arte) es un poema. Un poema es una obra, algo que se presenta y se dice, y lo que dice no es distinto de la forma en que se dice.

Sin embargo, me doy cuenta de la dificultad de pensar ambas cosas conjuntamente. En nuestra mente siempre se forma alguna representación mientras se escucha, y esto dificulta las cosas. Tan sólo pediré que se tenga en cuenta, pues, que cuando hablo del «poema» no me refiero tan sólo a la obra escrita.

Quiero empezar sugiriendo que consideremos la manera en que el artista, el hacedor –el que hace (obra)–, se relaciona con lo que llamamos realidad. Propongo que consideremos tres modalidades de relación que son, a su vez, tres modelos teóricos: el de descubrimiento y revelación, el de construcción, y un tercero al que dejaré sin nombre, invitándole a usted a que se lo ponga.

El primero de ellos, el de descubrimiento, puede inscribirse dentro de lo que en filosofía se denomina «realismo». Una actitud realista es la que entiende que la realidad está dada y que lo que el ser humano puede hacer es descubrirla, en la medida de sus capacidades. El poeta, aquí, es un mediador; a él le toca revelarla.

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