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Satanás estaba muy consciente del riesgo que estaba tomando. “Temía que sus propósitos no se cumplieran”, y “aunque tuviera éxito al inducir a Adán y a Eva a desobedecer los mandamientos de Dios [...] de todo ello él no recibía ningún beneficio, su propia situación no mejoraría; su culpa, en cambio solo aumentaría”. Y, como señalé hace un momento, él “se estremeció al pensar en sumergir a la santa y feliz pareja en la miseria y el remordimiento que él mismo debía soportar. Parecía indeciso: a veces firme y resuelto, otras dubitativo y vacilante”.80 A nosotros nos resulta fácil pensar que cuando Dios echó a Satanás del cielo, lo siguiente que hizo Satanás fue tentar audazmente a Adán y Eva. No obstante, Elena de White nos ayuda a entender que a Satanás le costó mucho tomar esa decisión.

Sin embargo, mientras Satanás reflexionaba sobre qué hacer, sus ángeles lo buscaban “para informarle acerca de la decisión que habían tomado. Se unirían a Satanás en sus planes, para compartir con él la responsabilidad y las consecuencias”. Con esto, “Satanás ahuyentó sus sentimientos de desesperación y flaqueza y, como dirigente de ellos, se revistió de valor con el fin de afrontar la situación y hacer todo cuanto estuviera a su alcance para desafiar la autoridad de Dios y de su Hijo”.81

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