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Empirismo

Uno de esos métodos, de central importancia en el debate creación-evolución, es el empirismo, la teoría de que obtenemos conocimiento de nuestros sentidos. En las declaraciones que anteceden, la que hablaba de saber que tenemos dolor de muelas (en oposición a saber que dos más dos es cuatro) se consideraría conocimiento empírico. Nuestros sentidos, en este caso, el sentido del dolor, nos dan el conocimiento que tenemos de nuestras muelas.

Si alguien dice: “Hay diez personas en la habitación”, una respuesta natural sería: “Bien. Iré a verlo por mí mismo”. Uno se levanta, va a la habitación, y con sus propios ojos, sus receptores sensoriales, arriba a una conclusión con respecto a la veracidad o la falsedad de la declaración sobre el número de personas que había en la habitación. Eso es empirismo.

Ahora, supongamos que alguien nos dice: “Si hay diez personas en la habitación, entonces, hay tres personas más de las que habría si hubiera solo siete personas en la habitación”. Si respondemos: “Bien, pero permíteme entrar y verlo por mí mismo”, la respuesta sería rara. La racionalidad por sí misma revela que cuando hay diez personas en la habitación, hay tres personas más que cuando hay siete. No hay necesidad, como sí la había en el primer ejemplo, de ir a la habitación y contar las personas que hay allí. La declaración en sí misma, en sus propios términos, muestra su veracidad. No necesitamos salirnos de la declaración hacia nuestros sentidos, la historia o a la Revelación para saber que es verdad.

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