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Como mostraba el ejemplo del museo, nuestros sentidos pueden darnos visiones opuestas de lo que existe. A una persona la habitación puede parecerle bien iluminada, y a otra puede parecerle oscura. Si la ciencia estudiara lo que realmente existe allá afuera, no debería preocuparse por cómo parece frente a las diferentes personas. El tema es la realidad de la habitación en sí. ¿Por qué a un geólogo que está estudiando un acantilado de esquisto le importaría cómo se ve el acantilado a los ojos de un murciélago, en la lente de una cámara Cannon o para un daltónico? De la misma manera, a la ciencia le interesa cómo es realmente la habitación en sí misma y de sí misma, sin importar el tamaño de los alumnos que la miran o lo que sucede en el cerebro de los seres dotados de sentidos en la habitación.

Si la ciencia fuera la psicología o la fisiología, el foco principal serían las sensaciones subjetivas de los seres en cuestión.95 Pero si la ciencia trata con cosas como la presión del aire o la estructura de la Galaxia Renacuajo o las primeras floraciones de plantas en el período Cretácico, hace entre 146 y 65 millones de años, entonces la brecha entre cómo nos parecen las cosas en nuestro cerebro y la manera en que realmente son en sí mismas se hace crucial.

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