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Los pensamientos que a lo largo del día ocupan nuestra mente, nuestro Lugar Secreto, están modelando nuestro destino hacia lo bueno o hacia lo malo. Verdaderamente, toda la experiencia de nuestra vida no es más que la proyección externa de nuestro pensamiento.

Ahora bien, está en nosotros elegir la clase de pensamientos que albergamos en nuestro receptáculo mental. Quizás sea difícil cambiar el rumbo ordinario de nuestro vicioso modo de pensar, pero puede hacerse. Podemos escoger la índole de nuestros pensamientos —y en efecto, siempre lo hacemos así—, por consiguiente, nuestras vidas son justamente el resultado de nuestra selección mental. Son, por lo tanto, la hechura de lo que nosotros mismos hemos dispuesto, y en consecuencia, existe perfecta justicia en el universo. No existen sufrimientos como consecuencia del pecado original de otro, sino que recogemos la cosecha que nosotros mismos hemos sembrado. Poseemos libre albedrío, pero este albedrío descansa en nuestra selección mental.

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