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En lo que sí insistió fue en que cierto espíritu prevaleciera en la conducta de uno, siendo cuidadoso en enseñar sólo principios, conocedor de que cuando el espíritu es recto los detalles lo serán en consecuencia, “la letra mata pero el espíritu vivifica”

Es obvio, pues, que si el sábado hebreo fuera todavía impuesto a los cristianos, como éstos no guardan su observancia sino la del domingo, aún estarían incurriendo en las mismas consecuencias de quebrantarlo.

Muchos cristianos modernos, sin embargo, se dan cuenta de que no hay ningún sistema de teología en la Biblia, a menos que se quiera ponerlo allí de forma deliberada, y han renunciado casi por completo a la teología; pero todavía cuentan con el cristianismo porque sienten intuitivamente que es la verdad. En realidad, su actitud carece de justificación lógica puesto que no poseen la clave espiritual, que hace inteligible la enseñanza de Jesús, y por eso tratan de racionalizar su actitud de diversas maneras. Tal es el dilema de quien no posee ni la ciega fe de la ortodoxia, ni la interpretación espiritual y científica de la Biblia. Se encuentra sin sostén en todo aquello que no pertenece a la vieja Escuela Unitaria. Si no rechaza del todo los milagros, siente gran incomodidad con respecto a ellos; lo desconciertan y quisiera que no aparecieran en la Biblia, se alegraría mucho si los pudiera dejar de lado.


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