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Daniela fue feliz con la noticia y la felicidad fue total el día que nació su nuevo hermanito. Lo de hermanito es un decir, porque era una criatura enorme de más de 4 kilos.

Una tarde de inusual calor para ser invierno, Paula y ella fueron andando hasta el hospital, donde lo conocieron y se enamoraron de él.

Lo llamaron Martín y fue el primer niño que Daniela sintió como suyo.

Como Celina y Pedro trabajaban, Daniela empezó a estudiar en el turno nocturno y se ocupó de cuidar a Martín durante el día. Crecía rápido y era muy inteligente. Con un año y medio el pequeño contaba con un amplio repertorio de palabras que utilizaba de manera precisa. Sus hermanas jugaban a enseñarle las letras de unos cubos de plástico. Cada cubo tenia seis letras, una por cada cara, que relacionaba con palabras cuya inicial coincidía con la letra representada. Fue la base para que antes de los cuatro años el niño ya supiera leer.

Cuando Martín tenía tres años, Daniela se marchó de la casa de su madre para comenzar otra etapa de su vida.

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