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-¿Y quién es ese amigo? – le preguntó Daniela gratamente sorprendida.

-Javier- le contestó Silvia.

- ¿Javier? ¿Nuestro Javier?

-¡Sí! – contestó Silvia con una gran sonrisa.

Se abrazaron emocionadas y, felices de haberse reencontrado, se desearon lo mejor para sus respectivas vidas y se prometieron seguir juntas para compartirlas.

Al salir de la casa de su amiga, Daniela iba pensando amargamente en cuántas más cosas se habría perdido durante ese tiempo debido a su orgullo y estupidez.

Caminar

Daniela tenía un nuevo trabajo y lo estaba disfrutando. Básicamente, consistía en caminar y eso era algo que le gustaba y que había hecho durante toda su vida. Era en una empresa de correos con distribución en todo Montevideo. Ella era mensajera y repartía la correspondencia de bancos y tarjetas de crédito. Sus zonas eran las de mayor densidad, o sea, Centro, Ciudad Vieja y Pocitos, aunque en ocasiones la mandaban a otras zonas no tan densas, que hacía que le llevara más tiempo terminar las entregas.

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