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ssss1 Velasco, J. C. «Patriotismo constitucional y republicanismo», en Claves de la razón práctica, N.° 125, España, 2002, p. 34.

ssss1 Ibid., p. 35.

ssss1 En tal medida, quienes han servido a regímenes corruptos y autocráticos —el ejemplo del fujimorismo es el más notorio— no pueden probar que sus tareas han tenido un valor patriótico, ya que no puede existir sentido alguno de patria en el despotismo. Sobre la deslealtad al sistema democrático del fujimorismo, vid. Degregori, C. I. y Meléndez, C., El nacimiento de los otorongos. Lima: IEP, 2007, p. 49.

ssss1 Cortina, A., Ciudadanos del mundo, op. cit., p. 177.

ssss1 Ibid., p. 38.

ssss1 Vich, V. «Las políticas culturales en debate: lo intercultural, lo subalterno y la perspectiva universalista», en Víctor Vich (Editor), El Estado está de vuelta: desigualdad, diversidad y democracia, op. cit., p. 267.

IV.

Crisis y continuidad de la representación política

1. NOTAS SOBRE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA

1. Los orígenes de la noción de representación se remontan al derecho privado romano y luego ella emigra al derecho público, siendo ambigua y polisémica. En su significado central alude a ciertas situaciones en las que se pretende traer a la presencia algo que permanece, por definición, ausente. Se entiende como poner algo frente a los ojos de alguien o llamar o evocar algo, así como imitar o reproducir. En sus orígenes la representación no fue democrática, sino un instrumento a través del cual gobiernos no democráticos lograron hacerse de ingresos provenientes de la clase aristocrática y propietaria para, por ejemplo, hacer la guerra67. Pero una evolución posterior hizo posible que los reformistas democráticos en Inglaterra la utilicen y amplíen para el logro de sus propuestas de carácter igualitario. Así, pues, puede haber representación sin democracia, afirma Greppi, pero no democracia sin representación68. Hoy se entiende que hay representación democrática cuando esta tiene la capacidad para trasladar la voluntad o el interés de los representados al proceso político. Todo ello, actualmente, en un ambiente de aguda individualización de la base social y de fragmentación del espacio público, pues en varios aspectos las instituciones representativas han dejado parcialmente de ser soberanas.

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