Читать книгу Amarillo онлайн
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No recuerdo quién me encontró ni cuánto tiempo estuve allí, tiñendo de rojo la fosa del torreón de tramoya. En la guardia del Sanatorio San Marcos informaron que mi estado era gravísimo y con pronóstico reservado. A los pocos días me trasladaron a una clínica de Belgrano, cerca del Barrio Chino.
Mi conciencia me miraba desde los pies de la cama de la unidad de terapia intensiva de la Clínica Santa Agnesa, donde estaba internado en coma. ¿Cuál era yo, entonces? ¿Ese cuerpo inerte, conectado y enchufado a monitores y respiradores o esta especie de audiovisión que contemplaba todo desde una esquina de aquella habitación? No percibía olores ni sabores. Quise tocarme los pies y no pude. En este estado de ingravidez no tenía fuerzas ni para abrir el picaporte de la puerta, aunque no me hacía falta. Más tarde me enteraría que podía atravesar paredes, puertas, techos, autos, personas y más. ¿Estar muerto era esto?
—Treinta y tres años. Traumatismo severo de cráneo y tórax. Edema cerebral. Fractura del hueso occipital. Fracturas costales, fractura del omóplato derecho. Asistencia respiratoria.