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Sabemos que Dios es soberano porque sabemos que Dios es Dios. Por tanto, debemos concluir que Dios preordenó el pecado. ¿Qué otra cosa podemos concluir? Debemos concluir que la decisión de Dios de permitir que el pecado entrase en el mundo fue una buena decisión. Esto no quiere decir que nuestro pecado es realmente algo bueno, sino meramente que el que Dios nos permita cometer el pecado (que es malo) es algo bueno. El que Dios permita el mal es bueno, pero el mal que el permite es aún mal. La implicación de Dios en todo esto es perfectamente justa. Nuestra implicación en ello es inicua. El hecho de que Dios decidiese permitirnos pecar no nos absuelve de nuestra responsabilidad por el pecado.

Una objeción que oímos con frecuencia, es que si Dios conocía de antemano que nosotros íbamos a pecar, ¿por que nos creó en primer lugar? Un filósofo expresó el problema de esta manera: “Si Dios sabía que nosotros pecaríamos pero no lo impidió, entonces no es ni omnipotente ni soberano”. Si podía impedirlo pero escogió no hacerlo, entonces no es ni amoroso ni benévolo.” Mediante este enfoque Dios aparece como malo, no importa cómo respondamos a la pregunta.

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