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El desagradable problema que tiene el calvinista, se ve en la relación de las opciones tercera y cuarta. Si Dios puede, y de hecho escoge, asegurar la salvación de algunos, ¿por qué no asegura la salvación de todos?

Antes de tratar de responder a esa pregunta, permítaseme primero indicar que éste no es simplemente un problema calvinismo. Todo cristiano debe sentir el peso de este problema. En primer lugar, afrontamos la cuestión: “¿Tiene Dios el poder para asegurar la salvación de todos?” Ciertamente está dentro del poder de Dios cambiar el corazón de todo pecador impertinente y llevar a este hacia sí. Si carece de tal poder, entonces no es soberano. Si tiene ese poder, ¿por qué no lo usa con todos?

El pensador no reformado responde en general diciendo que el hecho de que Dios imponga su poder a personas reacias es violar la libertad del hombre. Violar la libertad del hombre es pecado. Puesto que Dios no puede pecar, no puede imponer unilateralmente su gracia salvadora a pecadores reacios. Forzar al pecador a que quiera, cuando el pecador no quiere, es hacer violencia al pecador. La idea es que al ofrecer la gracia del Evangelio, Dios hace todo lo que puede para ayudar al pecador a ser salvo. El tiene suficiente poder para forzar a los hombres, pero el uso de tal poder sería ajeno a la justicia de Dios.

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