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Cuando afrontamos la cuestión de la soberanía divina y la libertad humana, podemos vernos confrontados por el dilema de “luchar o huir”. Podemos luchar para abrirnos paso hacia una solución lógica del mismo, o volvernos y alejamos corriendo de él tan de prisa como podamos.

Muchos de nosotros escogemos huir de él. La huida toma diferentes rutas. La más común es decir simplemente, que la soberanía divina y la libertad humana son contradicciones que debemos tener el valor de abrazar. Buscamos analogías que alivian nuestras atribuladas mentes.

Cuando era estudiante en la facultad, oí dos analogías que me proporcionaron un alivio temporal, como un paquete teológico de Rolaids:

Analogía 1: “La soberanía de Dios y la libertad humana son como dos líneas paralelas que se encuentran en la eternidad.”

Analogía 2: “La soberanía de Dios y la libertad humana son como sogas en un pozo. En la superficie parecen estar separadas, pero en la obscuridad del fondo del pozo se juntan.”

La primera vez que oí éstas analogías sentí alivio. Sonaban simples y sin embargo, profundas. La idea de dos líneas paralelas que se encuentran en la eternidad me satisfizo. Me dio algo ingenioso que decir para el caso en que un escéptico empedernido, me preguntara acerca de la soberanía divina y la libertad humana

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