Читать книгу La Santidad de Dios онлайн

14 страница из 60

El amarró las Pléyades y ciñó el cinturón del Orión. Luego habló de nuevo y la tierra comenzó a llenarse de orquídeas floreciendo en su plenitud. Las flores brotaron como la primavera en Mississippi. Los tonos lavanda de los ciruelos danzaban con los brillos de las azaleas y la flor de olivo.

Dios habló una vez más y las aguas se llenaron de seres vivientes. El caracol se ocultó bajo la sombra de la mantarraya, mientras que el pez espada rompió la superficie del agua para pasearse sobre las olas con su cola. De nuevo El habló y el rugido del león y el balido de las ovejas se escuchó. Los animales de cuatro patas, las arañas de ocho y los insectos alados aparecieron.

Y Dios dijo, “Esto es bueno.”

Entonces Dios se inclinó hacia la tierra y cuidadosamente le dio forma a una pieza de barro. La levantó delicadamente hacia sus labios y sopló sobre ella. El barro comenzó a moverse. Comenzó a pensar, comenzó a sentir, comenzó a adorar. Estaba vivo y estampado con la imagen de su Creador.

Consideren la resurrección de Lázaro de entre los muertos. ¿Cómo lo hizo Jesús? El no entró a la tumba donde yacía el cadáver putrefacto de Lázaro; no tuvo que administrar resucitación boca a boca. El se paró frente a la tumba, a la distancia, y gritó en alta voz, “¡Lázaro, ven fuera!” La sangre comenzó a fluir en las venas de Lázaro y sus ondas cerebrales a pulsar. En una explosión de vida, Lázaro abandonó su tumba y caminó hacia afuera. Este es el fíat creador. El poder del imperativo divino.

Правообладателям