Читать книгу Estudios sobre la psicosis. Nueva edición reescrita y ampliada онлайн

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Estas consideraciones han motivado numerosos comentarios, como el recientemente desarrollado por Duhot a propósito de la filosofía estoica: «¿De qué somos responsables, puesto que, con excepción del sabio, todos los hombres son juguetes de las pasiones que habitan en ellos? Pues, simplemente, de nosotros mismos. El concepto moderno de responsabilidad traduce un poco en falso […] la implicación moral de ‘lo que depende de nosotros’, noción central de Epicteto. […] Somos responsables de nosotros mismos ante nosotros mismos. En estas condiciones, ¿tiene todavía sentido hablar de responsabilidad? Sí, en la medida en que si no fuéramos responsables del mal que cometemos, no podríamos imputárnoslo como falta y no tendríamos que tratar de librarnos de ella. Sobre esta responsabilidad es sobre lo que descansa la aventura de la sabiduría»37.

La voluntariedad o la involuntariedad en las decisiones se vinculaba en el mundo antiguo con el problema del destino (en griego: eimarméne; fatum, en latín), una perspectiva siempre presente y controvertida. En Noches Áticas, Aulo Gelio evoca esta cuestión apoyándose en los argumentos de Crisipo, al que considera el más insigne de los filósofos estoicos. De acuerdo con Crisipo, el destino es una eterna e inmutable sucesión de acontecimientos, una cadena que se enrolla sobre sí misma y se enlaza por medio de la secuencia sin fin de los eslabones que la forman y unen. Más adelante, Aulo Gelio recuerda que, en el libro IV de Sobre la providencia, Crisipo decía: «El destino es cierto orden físico de todos los acontecimientos que se suceden unos a otros desde la eternidad y entrelazándose según un orden que es inmutable»38. Esto supondría aprobar a las personas malvadas o perversas, malignas y osadas que, cuando resultan convictas de un delito merecedor de castigo, echan mano del determinismo del destino como quienes se ponen a resguardo en un santuario y pretenden justificar sus malas acciones mediante el fatum, en lugar de atribuírselas por temeridad u otra motivación. En este sentido, los planteamientos de Crisipo contravienen los expresados por el más sabio y antiguo de los poetas, Homero, cuando en la Odisea escribiera los versos siguientes: «¡Oh Dioses! ¡De qué modo culpan los mortales a los númenes! Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, y son ellos quienes se atraen con sus locuras infortunios no decretados por el destino»39.

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