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Desde un lugar exterior al psicoanálisis, Goux afirmará entonces que el deseo de la madre es un deseo mortífero.

El retorno a la caverna, al útero, al infierno, obliga a una confrontación en la que la vida del héroe está en juego; no puede salir vencedor si no es mediante una lucha violenta para romper con la atadura ancestral.

Sólo el matricidio permitiría entonces la liberación de la mujer, el acceso a la novia, la separación de lo femenino de lo maternal atrapante. Algo a tener muy en cuenta es que en esta operación el padre no parece tener parte alguna; el acceso a lo femenino no se obtiene obedeciendo a una ley que prohíbe a la madre y obliga a buscar en otra parte a la novia, sino que es la victoria contra la monstruo la que corta el mítico cordón que une lo femenino a lo maternal. Y lo que el mito ha unido no siempre la teoría podrá separarlo.

Hay figuras de tipo paterno que en el mito universal del héroe juegan un papel, pero no alcanzan el estatuto de prohibidoras de la madre. Por ejemplo: la figura del rey mandatario, que impone una prueba que proviene más de la investidura real que le es propia que de la ley del padre, que prohíbe la unión incestuosa con la madre.

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