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Si el mito de Edipo se organiza alrededor de la secuencia parricidio-incesto, es porque matar al padre lo lleva a Edipo a casarse con la madre. El monomito se despliega en cambio en la causalidad matricidio-casamiento con una bella prometida.

En Edipo, el crimen parricida conduce al crimen incestuoso. En el caso del héroe universal, la victoria del héroe sobre el monstruo conduce a la novia (Goux parece haber olvidado que no siempre hay un final feliz, como lo demuestra el casamiento de Jasón con Medea, pero admitamos que ése no es su tema). Sólo así se comprendería que Freud, dice Goux, al no haber percibido el valor de estructura del monomito, haya tenido tantas dificultades para pensar la disolución del Complejo de Edipo. Y que no haya podido pensarla sino como una atenuación de las tensiones puestas en juego en él, con la constitución de un Superyó que exterioriza la prohibición, pero jamás como otra estructura.

El monomito sería esa otra estructura. Al hacer del matricidio, que abre el acceso a lo femenino, y no del parricidio, que conduce al incesto, el eje central, el monomito da cuenta, sin necesidad de recurrir a la prohibición, del deseo fundamental del sujeto masculino que es separarse de la madre. El Edipo freudiano no daría cuenta de la dimensión no incestuosa del deseo masculino, sino que implicaría a su vez una versión desviada de sus vicisitudes estructurales.

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