Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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Cuando todo el mundo hubo intervenido, el director aguaruna de la escuela agradeció la visita y dijo: “Aquí en el Amazonas en numerosas ocasiones otros han venido a llevarse nuestro conocimiento, pero nunca hemos recibido ningún beneficio por ello. Ahora nosotros también queremos obtener algún provecho” (Narby, 2005: 282).

El 18 de abril de 2018 la antropóloga Alcida Rita Ramos, invitada desde Brasil, dictó su conferencia inaugural en nuestra Facultad de Humanidades y Artes (UNR), “Intelectuales indígenas abrazan a la antropología: ¿esta seguirá igual?”, donde más allá de nuestra disciplina señaló el fenómeno de becas otorgadas por los últimos gobiernos progresistas de Brasil a comunidades indígenas, donde la mayoría de los jóvenes que lograban ingresar de ese modo a la universidad más cercana a sus territorios elegían carreras como abogacía (para defender sus derechos como pueblos originarios) o medicina (dada la postergación de las políticas públicas de salud para con los pueblos marginalizados), y algunos pocos también carreras sociales o humanísticas como antropología. Si bien la especialista se centraba en la transformación que este fenómeno constituiría para su propia ciencia, también seleccionaba ejemplos de los cambios que los estudiantes indígenas ya estaban llevando dentro mismo de los claustros de aquellas carreras más elegidas, y que poco tiempo atrás casi solamente permanecían abiertas para jóvenes blancos y mestizos de clase media. Ramos ofreció incluso números y estadísticas sobre estudiantes indígenas, porcentaje de diplomados que regresaban a ejercer en sus pueblos nativos, etc. Fue allí cuando, si bien gratamente sorprendido por este fenómeno de inclusión y ampliación del derecho a la educación en Brasil, respetuosamente pregunté cuántos jóvenes blancos urbanos van a las comunidades nativas a aprender los conocimientos de la “ciencia indígena” con sus sabias y sabios o chamanes. Ramos no pudo responder… o en realidad la respuesta era “cero”. Después de todo, por más difícil que sea el aprendizaje de nuestras disciplinas académicas en las universidades, ¿quién se animaría a intentar otro conocimiento que no solo se obtiene en el estado habitual de la conciencia, llamado “de vigilia”, sino en muchos otros niveles y grados de conciencia ampliada? El sacrificio implicado, por ejemplo, en las normativas indígenas amazónicas para el aprendiz de tabaquero o ayahuasquero a menudo significa enfrentarse cara a cara con la muerte… y sobrevivir. Se trata por supuesto de otra forma de conocimiento, diferente pero válida, aunque todavía invisibilizada, perseguida, ocultada, despreciada y devaluada por las formas hegemónicas moderno-coloniales-eurocéntricas. No se trata por supuesto de desconocer la razón, ni el pensamiento técnico, ni los progresos y beneficios del método científico… sino simplemente de recuperar los discernimientos “ausentes”, que ni siquiera se consideran epistémicos, y comenzar un diálogo, dentro de un panorama más amplio y justo de posibilidades cognitivas y políticas.

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