Читать книгу Instantáneas en la marcha. Repertorio cultural de las movilizaciones en Chile онлайн

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Dilemas frente a la violencia

La rudeza de los barristas tiene parte de su origen además en la condición violenta de los propios deportes, que suponen una competencia por la superioridad física en algún tipo de destreza, desde el pankration de los antiguos griegos hasta el hurling inglés de fines de la edad media. Aunque los deportes modernos han estilizado esa condición que les era original, ella es propicia a la exaltación de un estereotipo de masculinidad agresiva, y que sigue siendo patente en casos como el boxeo o el rugby. Sumado a las identidades tribales a que aludimos más arriba y que se expresan de manera xenófoba, esta manera de entender la masculinidad desemboca a continuación en habituales expresiones de sexismo, misoginia u homofobia por parte de las hinchadas.

El estereotipo de masculinidad agresiva mide el propio valor y honor en el enfrentamiento violento, por lo que se hace patente que la represión policial de la violencia contestataria contribuye, paradojalmente, como combustible al escalamiento del conflicto entre barristas y fuerza policial. Este rasgo de las barras bravas se denomina “aguante”, que es un valor físico o moral que designa tanto la capacidad de resistir como la de desafiar a cualquier pretensión de imposición y a cualquier adversidad. Por ello, lo que está en juego en el ejercicio de la violencia directa es la acreditación del barrista como alguien que “es macho y no puto” (Aragón). Entre las feministas interesadas en el fútbol (un grupo en aumento constante), una de las luchas más enfáticas es por el cambio de este lenguaje. Los términos femeninos se usan invariablemente para insultar. A la Universidad Católica se le intenta degradar diciendo “las monjas”, a la U de Chile, “las zorras”, y a Colo-Colo, “las madres”.

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