Читать книгу La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976 онлайн

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El interregno de Lonardi, rodeado de importantes figuras del nacionalismo católico, reavivó en dicho sector y en sus socios nacionalistas un entusiasmo que el viraje de los acontecimientos a favor de los sectores liberales disipó muy rápido. Aun así, sería simplista caracterizar a su sucesor, el general Pedro Eugenio Aramburu, como una figura reñida con los valores de la catolicidad. La continuidad del ministro de Educación Atilio Dell’Oro Maini, un hombre de larga trayectoria intelectual ligada a la Iglesia, es un buen ejemplo del delicado equilibrio de fuerzas existente en el segundo gobierno revolucionario donde no se retaceaba el reconocimiento a muchas de las reivindicaciones católicas (Rodríguez Lamas, 1985; Halperín Donghi, 1991).

Las relaciones con el gobierno de Lonardi fueron más bien ambiguas y complejas. El escenario político introducido por la “revolución libertadora” parecía, como advirtió muy pronto Franceschi, encerrar a la Iglesia en la paradoja de que, aunque integrante del bando vencedor, debía aceptar la reaparición del concepto “democracia liberal”, contra el cual aquella había batallado largamente y que había pretendido sepultar con su fracasado proyecto de “nación católica”. Sin embargo, los mismos partidos que apoyaban al nuevo régimen, otrora refractarios a la influencia católica, se mostraban más permeables –como señala Loris Zanatta– a estrechar vínculos y reconocer la fuerte presencia en la esfera pública de la Iglesia. Por su parte, las Fuerzas Armadas –aun sus facciones más liberales–, además de considerar al catolicismo como el núcleo duro de la argentinidad, necesitaban el apoyo institucional de la Iglesia para legitimar su supremacía en el peculiar sistema político instaurado por la “revolución libertadora” (Di Stefano y Zanatta, 2000: 461-465). Medidas concretas a favor de la Iglesia marcaron, pues, el tono de las relaciones establecidas con el gobierno de Aramburu. Por ejemplo, la supresión de la ley de divorcio y el reconocimiento del decreto que permitiría el otorgamiento de títulos por parte de las universidades privadas.8 A su vez, aunque Aramburu advirtiera a la Iglesia que, más allá de sus intenciones para avanzar en la firma de un concordato con la Santa Sede, no lograría el consenso político necesario para ello, las vinculaciones con aquella mejoraron sensiblemente. Durante su gestión se creó la institución del Vicariato Castrense (el 28 de junio de 1957) y la aplicación del cargo de obispo coadjutor (que ponía fin de hecho al sistema de patronato), que recayeron sobre monseñor Fermín Laffite. Se fundaron doce diócesis. Se combinaban en este punto tanto los objetivos eclesiásticos de asistir pastoralmente a zonas del conurbano bonaerense que habían crecido mucho demográficamente con otros que eran claramente políticos para las autoridades militares: asegurarse de que la nueva generación de obispos actuara como contrapeso frente a aquellos que aún podían simpatizar con la ideología peronista (Di Stefano y Zanatta, 2000).

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