Читать книгу Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile онлайн

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A esta resistencia interna se sumó la internacional, la que perseguía rebatir las noticias que circulaban acerca de la situación de Chile, enviada por agencias norteamericanas. Pablo Neruda fue la voz de la resistencia comunista en el exterior. Apenas organizados los campos de detenidos y la expulsión en masa de obreros y sus familias a lo largo del territorio nacional, el poeta-senador comunista escribió una Carta íntima para millones de hombres, publicada en el diario venezolano El Nacional, de Caracas174. Así lo explicaba: «Quiero informar a todos mis amigos del continente sobre los desdichados acontecimientos ocurridos en Chile. Comprendo que gran parte de la opinión se sentirá desorientada y sorprendida […] esta tradición democrática, patrimonio central de los chilenos y orgullo del continente, está siendo hoy aplastada y deshecha por la obra conjugada de la presión extranjera y la traición política de un Presidente elegido por el pueblo»175. La carta daba cuenta de los atropellos que estaban ocurriendo en el país, detallando sus motivaciones y describiendo sus distintas facetas. Neruda delató lo que entendía como un contubernio entre el Presidente «traidor» y el imperialismo norteamericano, aliados para abortar el programa de gobierno, aprobado en una convención democrática, denunciando la injerencia de «la Guggenheim, la Chile Exploration Corp., la Anaconda Cooper, la Anglo Chilean Nitrate, la Braden Cooper Co., la Bethlehem Steel […] organizaciones tentaculares que poseen todos los depósitos minerales de Chile, se movían cercando al Presidente recién elegido»176, además de grandes banqueros. A ello se habrían sumado las gestiones diplomáticas del Embajador de Chile en Washington, Félix Nieto del Río, y del General Barrios Tirado, a quienes acusó de colaborar en la entrega, por parte de Gabriel González, de información acerca del territorio costero nacional, «secretos militares de las defensas al Estado Mayor norteamericano; y nuevas y numerosas misiones militares y policiales de esa nación actúan, sin ningún control del gobierno chileno, dentro del territorio nacional». Neruda describió a sus lectores la vida y el trabajo en subterra177, bajo el mar hasta ocho kilómetros, invadidos por el polvo grisú, con salarios inferiores a US$00.50 diarios, en jornadas de doce horas y viviendo en piezas junto a seis personas o más, condiciones que hacían comprensible la existencia de movimientos obreros fuertes y combativos: «Sin embargo, ahora y por primera vez, un Presidente elegido precisamente por esos obreros –para que alguna vez se escuchara el clamor que sube desde su infierno– ha declarado en público que el movimiento huelguístico no se debe a las espantosas condiciones existentes en la zona del carbón, sino a complots internacionales»178.


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