Читать книгу Creación lírica y cancionero amoroso. Una lectura de los "Sonetos espirituales" de Juan Ramón Jiménez онлайн

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Con esta idea del paso de un yo~tú a un yo íntimo viene a encajar una reflexión que Juan Ramón (1986: 60) le escribe a Zenobia:

Quizás no haya más que una cosa superior al amor: el tenerse a uno mismo. Y por eso el verdadero amor es tan bueno, porque en suma, amarse es ser dos uno, es decir ser uno solo. Usted, para mí, era yo.

Aquí aflora el tema ambiguo de la soledad, del amor solo, ya que puede interpretarse como único y verdadero o como solitario, entendido tal como lo explica G. Azam (1986: 282): «para él, el amor no supone la conversión a otro ser, sino una ocasión de profundizar su propia vía interior, es decir, su propia soledad».

El sujeto, en su búsqueda interior motivada por el descubrimiento del amor auténtico, pone en marcha un proceso de introspección que le conduzca al centro de sí mismo. En este recorrido personal e íntimo cobrará un especial protagonismo el alma, la parte más profunda y espiritual del ser humano, que dotará este itinerario (iter animi) de un significado trascendente. No es de extrañar, por tanto, que en esa involución el sujeto alcance a identificarse con un niño, por su pureza y su juventud, representante de la edad primera, como la primavera en el ciclo de las estaciones (soneto, por cierto, de apertura). Así pues, con esa inocencia es como si descubriera por primera vez aquello que le rodea y que enlaza con una necesidad rigurosa de ese momento: desprender a la poesía de todo lo superficial y abordarla con una mirada nueva, tal como explica el poeta mismo en el poema 5 de Eternidades tantas veces citado: Vino, primero, pura / vestida de inocencia. / Y la amé como un niño. Gómez Redondo (1996: 82) nos recuerda, asimismo, que «uno de los medios de acceder a la “poesía desnuda, mía, para siempre” consiste en reconquistar ese territorio de la primitiva pureza con que el poeta se había adentrado en la creación literaria».

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