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Negrín salió de España el 6 de marzo de 1939. Un avión pilotado por Diego Hidalgo de Cisneros le llevó del aeródromo de Monóvar a Toulouse. Allí estaban ya su biblioteca y su archivo de cuyo traslado desde Barcelona se ocupó José de Arizmendi, un oficial del Cuerpo de Carabineros, quien, algo después, ante el avance alemán y siguiendo instrucciones de Francisco Méndez Aspe, se trasladó a Marsella, y solicitó la ayuda de Gilberto Bosques, cónsul de México. Las cajas contenían una parte de la biblioteca y los documentos relativos a su gestión como ministro y jefe de Gobierno. Todo quedó bajo custodia de las autoridades diplomáticas mexicanas. Una parte de los libros y documentos –los de carácter más privado, quizá– pronto viajó de Toulouse a París; la otra –de índole más oficial y asociada a la guerra– lo hizo a Marsella en 1941.33 Tardarían en reunirse.

La biblioteca personal quedó acomodada en un apartamento de la Avenida Charles Floquet en el que residió Negrín hasta mediados de 1940. En mayo de 1939 de camino a México –donde participó en la recepción de los pasajeros republicanos del Sinaia en el puerto de Veracruz– se detuvo en Nueva York para ver a sus hijos y mantener algunas entrevistas políticas. Fue entonces cuando Luis Quintanilla, llegado en enero para ocuparse del Pabellón Español de la Feria Internacional de Nueva York que canceló el final de la guerra, debió dedicarle su recién aparecido All the Brave, título tomado –recuerda el pintor– de una poesía que celebraba el heroísmo español en la época napoleónica, un símil recurrente en la España republicana. Con dibujos de guerra y textos de Elliot Paul, Jay Allen y Ernest Hemingway, el libro lo había editado el sello neoyorquino Modern Age Books. «A Juan Negrín –leemos al pie de un poema de Wordsworth– con un fuerte abrazo de nuestra vieja amistad. Luis Quintanilla. New York. Mayo 1939». La dedicatoria la acompaña el dibujo de una botella de sifón, un guiño privado, una burlona alusión al laboratorio de Negrín, un motivo que Quintanilla ya había utilizado en los frescos pintados en la Ciudad Universitaria. Este ejemplar de All the Brave está en una biblioteca particular francesa y quizás llegó a ella con la dispersión de los libros que durante unos años, ya muerto Negrín, estuvieron en la residencia veraniega que su hijo Juan tenía en Niza.34 Es otro de sus libros olvidados. De vuelta en París, en julio de 1939, Negrín se tropezó en más de una ocasión con la periodista Josefina Carabias que le recordó vigoroso y atento a la Oficina de Ayuda a los Refugiados Españoles, en el Boulevard Hausmann. También se encontró con Max Aub, que pronto sería detenido, con quien había comentado el proyecto de crear una colección de clásicos españoles en Gallimard y de otra serie de libros sobre la guerra con el editor Léon Pierre-Quint, director de Saggittaire. Algo después –ya desde Londres– Negrín apoyaría a José Bergamín –a través de su hombre de confianza, el doctor José Puche– en la recién creada Editorial Séneca.35

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